sábado, 10 de septiembre de 2016

Al abrazo de la piedras (Capitulo 8)



El soldado


Asomado al gran ventanal de su estudio privado en Roma, Il Primo Maestro contemplaba el lugar donde Federico Fellini inmortalizo "La Dolce Vita".  Alojado en Villa la Cupola Suite, del hotel Westin Excelsior, gozaba de maravillosas vistas a la via Vittorio Veneto.

De aspecto ligero, su cara arrugada de tez pálida y ojos turbios, denotaba un carácter malicioso y antipático.  Su mano rugosa sujetaba una copa de brandy Louis XIII a la que daba pequeños sorbos, saboreando el tan apreciado licor de casi dos mil euros la botella.  Sobre la mesa, una lampara de escritorio clásica con pie de bronce torneado, iluminaba el despacho de paredes paneladas en madera y techo artesonado.  En el bolsillo de su traje negro de Armani, un Iphone 6 dorado comenzó a sonar.
 —Pronto—Contesto en italiano.
—Maestro, soy yo—respondió una voz masculina con marcado acento italiano.
—Espero que tengas buenas noticias, los senescales de la orden están nerviosos.
—Lo siento Maese, El dueño se negó en rotundo a vender la casa, el abogado que envió no fue capaz de persuadirle, y yo aun no he conseguido averiguar donde tiene el libro.
El hombre alzo la vista con expresión de preocupación, que luego dio paso a otra de irritación...
—¡Localiza ese libro cuanto antes...!, Haz lo que sea necesario para conseguirlo.
Después colgó el teléfono.

El hombre de voz masculina guardo el teléfono en su bolsillo del pantalón, después dio una ultima calada a su cigarro y con aire decidido se dirigió hacia la librería anticuaría. Le llamaban "El soldado", un nombre no pensado en exceso, ya que venia dado por su pasado sirviendo en el ejercito; de cuerpo atlético cultivado en el gimnasio, su cara de pocos amigos se acentuaba con la cicatriz que le cruzaba toda la mejilla derecha. Abrió la puerta del local enérgicamente, y allí estaba el hombrecillo raquítico, de gafas de pasta negra, inspeccionando las pilas de libros almacenadas por todo el local.
—Buenas tardes....—Comenzó a decir amablemente mientras dirigía su mirada hacia la entrada, pero no pudo continuar, el soldado lo agarro por el pecho, zarandeando su frágil cuerpo como si de una marioneta se tratara, sujetándolo contra las estanterías de la pared.
—Necesito su ayuda—le dijo con tono burlesco—Vera, esos jóvenes que estuvieron hoy aquí, le enseñaron un libro muy interesante, ¿no es cierto?.
El librero estaba mas pálido si cabe de lo que ya era.  Sus labios no podían articular palabra, y con gran dificultad intento responder a su atacante para no cabrearlo mas.
—Trajeron...unos..libros, si.—Dijo tímidamente.
—¡Solo me interesa uno!—Grito el hombre— ¡Y ya sabe cual es!.
—Ese libro no lo dejaron aquí—respondió de nuevo el librero—Lo siento, solo me lo enseñaron para una valoración rápida.
El cabreado y corpulento hombre, lanzo al asustado librero contra el suelo, saco una Beretta 92 Fs de 9 milímetros y le asesto tres disparos antes de que pudiera decir nada.  De su bolsillo saco un paquete de Toscano classico y se encendió un cigarro mientras veía retorcerse de dolor al desdichado hombrecillo.  Antes de irse, volvió a meter la mano en uno de sus bolsillos, pero esta vez saco lo que parecía un naipe de una baraja, que deposito en el suelo junto al librero, tras esto salio de la tienda y desapareció por las callejuelas.

El librero, desangrándose en el suelo, intentó sacar su teléfono del bolsillo usando su ultimo aliento, busco el numero que Alex le había dejado para contactar con el, pero antes de poder darle al botón de llamada, la vida se le fue, quedando allí tendido sobre el charco de su propia sangre.

El Lamborghini Urus negro abandonaba Oviedo con gran celeridad en dirección al pueblo.  La tortuosa carretera no era impedimento para que aquel vehículo superara sin problema los limites establecidos de velocidad.  Parado en el camino frente a la vieja casona, el soldado salio del coche y encendió de nuevo otro cigarrillo mientras miraba la hora en el Rolex Oyster Perpetual Explorer de su muñeca izquierda, sin duda regalo de algún "trabajito" bien hecho.  Oculto el vehículo tras los arboles que había delante, y emprendió a andar el corto camino que separaba la gran verja metálica de la entrada y la vieja casa.  No le costo mucho forzar la puerta, cierto aire profesional se notaba en sus manos.  A la derecha, las altas estanterías repletas de libros eran su objetivo, uno por uno fue inspeccionándolos y tirándolos al suelo tras hacerlo. Las horas pasaron rápido y su frustración iba aumentando conforme veía que no encontraba lo que buscaba.

De repente, el sonido del motor de un coche se escucho cercano, apago la luz y se oculto tras la puerta de la biblioteca.  Alguien entraba en la casa y sus pasos se escuchaban en dirección a la cocina. Por supuesto era Alex que volvia de la capital.  Cuando salio, uno de los libros que había tirados por el suelo lo hizo tropezar.
—¡Joder! ¿Pero que...?
Se agacho a recoger el ejemplar del suelo y con el en la mano desconcertado se dirigió hacia la biblioteca.
—¡¿Pero que narices ha pasado aquí?!
Cuando salia en dirección al salón a por su teléfono, el hombre se le hecho encima, y le asestó un golpe en la cabeza con la Beretta que lo dejo tumbado en el suelo sin sentido.

















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